martes, abril 03, 2007

Dia 3

2 de abril. Después de la noche que tuve, en la que casi muero de hipotermia, me lanzo totalmente decidio a la calle y me doy cuenta que mi pronóstico es acertado: el sol está en su esplendor y la gente camina alegre entre las callejuelas. Retomo ruta: voy directo a la catedral, majestuosa y austera al mismo tiempo.


Entro a ver los pasos y me exigen pagar 4 euros. Renuncio a la idea, mejor me voy a desayunar antes que me de un yeyo. Pero encuentro una capilla justo al frente y voy a descubrirla. Hermosa. Tomo un café mientras leo unas páginas del libro de Margarita Rivière y me dispongo a conquistar la playa. Y así es como me presento al Atlántico desde el otro lado, lejos de casa. Él, imponente; Yo, receptivo. El sol maravilloso lo siento penetrar por mi piel; cada poro se expande naturalmente para oxigenación de cuerpo entero.



Pretendo caminar hasta La Caleta pero tengo que volver a entregar la habitación y, de último momento, decido que Tarifa es mi próximo destino. Así que voy al cybercafé y busco hospedaje en Tarifa para una noche; así podré conocerla y luego seguir mi camino andaluz. Así llego en bus, luego de la despedida oficial, al paraíso terrenal. TARIFA.



Me bajo emocionadísimo del autobus, llego a un café, todos amables. Llego a mi habitación en Pensión Villanueva, con baño privado, hairblower, una vista increible del puerto y Marruecos al fondo y es allí cuando me doy cuenta que he dejado mi gabardina en el autobus. "Shit". No importa; llamo, la reporto y quedo más tranquilo y me voy a buscar el atardecer: mágico, inmaculado.

Me acuerdo de los que dejé atrás ayer, deben estar igual que yo en otra playa; me voy a cenar a un restaurante vegetariano y justo me llaman. Vienen a verme a Tarifa. No lo puedo creer. El feeling actúa. Nos ponemos una hora y me voy a cenar tranquilo.

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